La aceleración del uso de datos, el crecimiento de los centros de datos y el despliegue de la inteligencia artificial están aumentando de forma notable la huella climática de la economía digital. En este contexto, medir, gestionar y reducir las emisiones digitales se ha convertido en una prioridad estratégica para la competitividad de las empresas y el avance hacia los compromisos climáticos globales.
Con este objetivo, Adigital ha impulsado un trabajo de investigación —en colaboración con Dinamo.io— que se materializa en el informe “Digitalización sostenible: medición y gestión de emisiones de CO₂ en la economía digital”, una metodología pionera que adapta los grandes estándares internacionales al contexto de startups, scaleups y grandes empresas tecnológicas españolas.
Este documento, que constituye la contribución oficial de la industria digital española a la COP30, reconoce el doble papel de la tecnología: como sector que debe reducir su impacto ambiental y, al mismo tiempo, como palanca esencial para descarbonizar la economía en su conjunto.
Para profundizar en estas claves y en el nuevo marco de gobernanza climática que está construyendo el sector, entrevistamos a César Tello, Director general de Adigital, quien nos detalla las innovaciones metodológicas del informe, el rol de España en la sostenibilidad digital y los desafíos y oportunidades que afronta la economía digital en la lucha contra el cambio climático.
¿Cómo se encuentra España actualmente en materia de digitalización y sostenibilidad?
España parte de una posición muy fuerte en digitalización y en Sostenibilidad, lo que la convierte en uno de los países mejor preparados para impulsar una transición digital baja en carbono. Por un lado, tal y como muestran los datos del Informe de la Década Digital elaborado por la Comisión Europea, somos una de las economías más digitalizadas de Europa y contamos con una infraestructura de conectividad de referencia: alta penetración de fibra, baja latencia, conexión internacional y un ecosistema creciente de centros de datos que está atrayendo inversión global.
Por otro lado, nuestro país dispone de unos de los mejores recursos naturales de Europa para la generación renovable, lo que está permitiendo un despliegue acelerado de energía solar y eólica. Esto no solo reduce la intensidad de carbono de nuestra economía, sino que crea un entorno especialmente favorable para alojar servicios digitales, incluida la inteligencia artificial, con una huella climática menor que en otros mercados.
Esta combinación de liderazgo digital y fortaleza renovable coloca a España en una posición estratégica para convertirse en hub digital sostenible de referencia en Europa, puente hacia Latinoamérica.
Adigital se presenta como actor pionero en el ámbito de la sostenibilidad digital. ¿Qué significa para la asociación asumir ese rol y cómo se traduce en iniciativas concretas?
Para Adigital, asumir un rol pionero en sostenibilidad digital significa abrir camino en un ámbito donde la regulación avanza rápido pero las metodologías prácticas aún están poco desarrolladas, especialmente para empresas nativas digitales. Nuestro propósito es claro: impulsar la competitividad empresarial a través de una digitalización responsable, sostenible y humana, capaz de generar valor económico y social a la vez que reduce su impacto ambiental.
Estamos en un momento crítico, en el que la expansión del uso de la inteligencia artificial, el crecimiento del tráfico de datos y la proliferación de nuevos servicios digitales están acelerando la huella ambiental de la industria digital. Esto requiere una reflexión colectiva y la creación de herramientas que permitan actuar con rigor.
En este contexto, este whitepaper representa un primer paso para iniciar un trabajo que establezca un marco para que las empresas digitales puedan medir, gestionar y reducir sus emisiones. Al mismo tiempo, también busca abrir una conversación cualificada en la industria sobre cómo abordar el reto climático en el ámbito digital, evitando simplificaciones o alarmismos para lo que ofrece una guía práctica alineada con el GHG Protocol, adaptada a la realidad del entorno digital.
Este esfuerzo se enmarca dentro de una estrategia más amplia de Adigital, que incluye iniciativas como la colaboración en el desarrollo de la Especificación Técnica UNE 0086, el primer estándar español sobre gobernanza digital responsable, así como iniciativas previas en sostenibilidad digital, como el informe elaborado en colaboración con Interexion (ahora Digital Realty) «Digitalización, sostenibilidad y centros de datos».
En definitiva, desde la asociación defendemos la sostenibilidad digital como un elemento clave de la competitividad empresarial para los próximos años, por eso creemos que es importante establecer un lenguaje, herramientas y estándares comunes para avanzar hacia un modelo de digitalización bajo en carbono.
¿Cuáles son las principales innovaciones metodológicas que este white paper aporta frente a marcos internacionales ya existentes, como el Protocolo de Gases de Efecto Invernadero?
La principal aportación del whitepaper es que adapta los grandes estándares internacionales, como el GHG Protocol, a la realidad específica de la economía digital. Por ejemplo, en las empresas digitales una parte importante de la huella se concentra en la cadena de valor, que sea en la logística operada por terceros para entregar productos vendidos vía e-commerce, marketplaces y plataformas, en procesos computacionales que dependen de terceros, como infraestructuras cloud, centros de datos o modelos de inteligencia artificial, o en el uso de productos o servicios digitales como el streaming.
El documento introduce criterios prácticos para que las empresas puedan priorizar qué medir y cómo actuar, basados en tres dimensiones: materialidad climática, capacidad de influencia y disponibilidad real de datos. Esto permite avanzar incluso a startups o scale-ups que no tienen capacidad para invertir en sostenibilidad todavía, evitando que la medición se convierta en una barrera.
Otra innovación clave es la incorporación de metodologías específicas para cuantificar las emisiones asociadas a procesos computacionales, algo especialmente relevante con el desarrollo de la IA generativa, y para medir las emisiones evitadas, un concepto esencial en modelos digitales de economía circular, movilidad eficiente o digitalización de procesos.
El whitepaper traduce marcos globales a un lenguaje operativo para empresas digitales, ofreciendo un enfoque realista y progresivo que permite pasar de la teoría a la acción de forma rápida.
En el documento hacen referencia al marco regulatorio europeo y español. ¿Qué cambios regulatorios recientes han sido más relevantes para la economía digital?
Entre las principales normativas climáticas y de sostenibilidad que afectan a la economía digital destaca:
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El despliegue de la directiva sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD) o la Directiva sobre diligencia debida de las empresas en sostenibilidad (CSDDD) que obliga a las empresas digitales a mejorar la medición de su huella, reportar con más rigor y garantizar la diligencia debida en su cadena de valor.
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La Directiva de Empoderamiento del Consumidor afecta directamente a cómo las plataformas y servicios digitales pueden comunicar su impacto ambiental.
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El registro español de huella de carbono, reforzado por el Gobierno en 2025, también se extiende progresivamente a más actividades digitales.
Pero el cambio más relevante y diferencial para la industria digital es el AI Act. Por primera vez, una regulación europea de inteligencia artificial incorpora de manera explícita consideraciones de sostenibilidad. En concreto:
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Requisitos de eficiencia energética y optimización de recursos para ciertos sistemas de IA.
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Obligaciones de transparencia sobre el impacto ambiental de los modelos en determinados casos.
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Un impulso a la gobernanza responsable, que conecta directamente con la necesidad de medir las emisiones asociadas a procesos computacionales intensivos.
En un momento en que el uso de IA está creciendo de forma exponencial, y con él, la huella digital, el AI Act introduce una capa regulatoria que afecta de forma directa al ámbito digital y que obliga a incorporar criterios ambientales en el diseño, entrenamiento y despliegue de modelos.
En el libro blanco hacéis referencia a las emisiones “evitadas”. Para quienes no están familiarizados, ¿cómo se mide y se atribuye de manera legítima el impacto positivo de la digitalización o de la IA? ¿Son estas más o menos perjudiciales que las directas?
En el whitepaper explicamos que, aunque la huella digital está creciendo, especialmente por el desarrollo de los centros de datos y los modelos de IA, la tecnología también tiene un enorme potencial para evitar emisiones en varios ámbitos.
Las emisiones evitadas son aquellas que no se producen gracias a una alternativa digital más eficiente. Sabemos que es enorme y que es un elemento tractor para que la economía europea se mueva hacia la competitividad, eficiencia y la Sostenibilidad. Para medirlas de forma rigurosa es necesario definir un escenario de referencia, evitar la doble contabilidad y usar metodologías reconocidas.
El potencial es muy significativo. Un estudio del Grantham Institute y Systemiq estima que el uso estratégico de la IA podría evitar entre 3,2 y 5,4 gigatoneladas de CO₂e al año de aquí a 2035, solo en energía, alimentación y movilidad. Hablamos de reducciones superiores al aumento previsto de emisiones derivadas del consumo energético de los centros de datos.
La IA puede mejorar el rendimiento de las renovables, acelerar el desarrollo de proteínas alternativas o fomentar la movilidad compartida. Pero esto no es automático: existe el riesgo de efecto rebote, donde las mejoras en eficiencia multiplican el uso total y, con él, las emisiones.
Por eso insistimos en una idea central: el impacto climático de la digitalización dependerá de cómo se diseñe y se use. Si se orienta bien, la IA puede ser una de las grandes palancas de descarbonización de esta década; si no, puede agravar el problema. El reto es medir con honestidad y maximizar ese impacto positivo.
¿Puede la sostenibilidad convertirse en un factor de competitividad para las empresas digitales? ¿Existen ejemplos concretos de éxito en España?
Sí, y cada vez más. La sostenibilidad está pasando de ser un requisito reputacional a convertirse en una palanca de competitividad: reduce costes energéticos, abre puertas en licitaciones públicas, facilita el acceso a financiación y fortalece la confianza de clientes e inversores.
En el ecosistema digital español ya vemos ejemplos claros:
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Cabify ha integrado la descarbonización en su modelo de negocio, con una estrategia de electrificación progresiva y métricas de emisiones por viaje que la diferencian en un mercado muy competitivo.
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Wallapop ha convertido la economía circular en su principal ventaja, demostrando que extender la vida útil de los productos genera valor económico y climático.
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Amadeus está desarrollando herramientas pioneras para medir con precisión las emisiones asociadas a sus operaciones tecnológicas, integrando la sostenibilidad en sus sistemas de control financiero y en su propia arquitectura de software.
Estos casos demuestran que la sostenibilidad no solo es compatible con el crecimiento digital, sino que puede convertirse en una propuesta de valor diferencial, especialmente en un contexto en el que reguladores, inversores y consumidores piden más transparencia y más acción climática.
En su opinión, ¿cómo pueden las startups y pymes adoptar estas prácticas de gobernanza climática sin que se convierta en una carga administrativa excesiva?
Lo más importante es entender que la gobernanza climática no tiene por qué convertirse en una carga para las startups o pymes digitales si se aborda con un enfoque progresivo y práctico. Pues, al contrario de lo que se pueda pensar, implementar desde el inicio la regulación ayuda a ser más competitivo y ajustarse e introducir más fácilmente nuevos cambios propuestos por organismos. Esa es la estrategia de mi organización de los últimos años al crear sistemas de gobernanza temprana para situar a nuestras empresas en una posición avanzada de cumplimiento, ese ha sido el caso de nuestro certificado de transparencia algorítmica que se puso en marcha en paralelo a la aprobación del Reglamento de Inteligencia Artificial.
De hecho, las pequeñas empresas pueden avanzar mucho centrándose en pocos elementos clave.
El primer paso es designar un responsable interno, aunque no sea un perfil experto. Basta con alguien que coordine la recopilación de datos y que integre la sostenibilidad en la operativa diaria. A partir de ahí, lo más eficiente es empezar por lo más accesible: medir las emisiones directas de la empresa (consumo energético, movilidad) y las fuentes más relevantes de emisiones de la cadena de valor según su modelo de negocio (proveedores, emisiones de usuarios, etc.). En una startup digital, estas fuentes suelen ser muy claras: el consumo cloud, la logística operada por terceros, y eventualmente el procesamiento asociado a la IA.
Muchas pymes pueden trabajar con herramientas sencillas y gratuitas, como los paneles de sostenibilidad de los proveedores cloud, calculadoras estándar del GHG Protocol o metodologías sectoriales como las que proponemos en el whitepaper. La clave es no buscar la perfección técnica desde el principio, sino mejorar la calidad de los datos año a año.
También es fundamental priorizar las fuentes de emisiones donde la empresa realmente tiene capacidad de influencia, ya sea a través de decisiones de compra, acuerdos con proveedores o cambios en el diseño del producto digital. Esto evita dedicar esfuerzos a ámbitos donde no hay margen de actuación real.
Y, sobre todo, ayuda mucho integrar la sostenibilidad en metodologías de gestión ya habituales en el ecosistema tecnológico. Por ejemplo, utilizar OKR climáticos permite que los equipos trabajen con objetivos concretos y medibles, igual que lo hacen con producto o desarrollo comercial.
Recientemente se ha alertado sobre el aumento del consumo energético de los centros de datos, incluso con un impacto equivalente al del petróleo. ¿Qué medidas tecnológicas o de diseño podrían ayudar a reducir esa huella?
Antes de nada hay que tener en cuenta que la economía del dato y la automatización representan la palanca de crecimiento e innovación de gran cantidad de sectores económicos, algo que determinan su nivel de consumo y que es importante considerar cuando se analiza el mismo. Actualmente, el aumento del consumo energético de los centros de datos es uno de los grandes desafíos asociados al crecimiento de la economía digital y, en particular, al despliegue de la inteligencia artificial. Sin embargo, existen soluciones tecnológicas y de diseño que ya están permitiendo contener esta huella y que deberían generalizarse en los próximos años.
En primer lugar es determinante asegurar que los centros de datos funcionen con electricidad procedente de energías renovables, ya sea a través de contratos de compra de energía verde, certificaciones o ubicando las infraestructuras en regiones con un mix eléctrico descarbonizado. Esta medida reduce la intensidad de carbono por kWh consumido, independientemente del volumen de actividad.
En paralelo, se están logrando avances muy relevantes en la eficiencia del hardware y del procesamiento. El uso de arquitecturas como las chips ARM permite obtener un mayor rendimiento con un consumo energético menor. Al mismo tiempo, el diseño modular de las instalaciones está facilitando mejoras significativas en la refrigeración y la escalabilidad.
Otro ámbito crítico es la gestión térmica. Entre un tercio y casi la mitad del consumo de un centro de datos se destina a refrigeración, por lo que están ganando protagonismo tecnologías de enfriamiento avanzado y también la reutilización del calor residual, que permite aprovechar esa energía en redes de calefacción urbana o procesos industriales, reduciendo el desperdicio energético.
La eficiencia no es solo una cuestión de infraestructura física; también depende del software. El green coding está impulsando la optimización de algoritmos, el uso más inteligente de bases de datos y la eliminación de cargas computacionales redundantes. Todo ello contribuye a reducir el número total de operaciones necesarias y, por tanto, el consumo energético asociado.
Finalmente, la propia inteligencia artificial puede ayudar a gestionar de forma más eficiente estas infraestructuras. Ya se utiliza para ajustar dinámicamente la refrigeración, distribuir las cargas en función de la disponibilidad de energías renovables o anticipar picos de demanda que permitan equilibrar el uso de los servidores. Es decir: la IA puede ser parte del problema, pero también parte esencial de la solución.
En conjunto, estas palancas muestran que no se trata de frenar la digitalización o el avance de la IA, sino de asegurarnos de que progresen sobre una base tecnológica mucho más eficiente y compatible con los objetivos climáticos. El desafío es escalar estas prácticas de forma masiva en los próximos años.
¿Cómo ha influido la colaboración entre distintas empresas digitales en la elaboración de este white paper? ¿Hubo alguna experiencia o aprendizaje que destacaría especialmente?
La colaboración entre empresas ha sido central en la elaboración de este whitepaper. Más que un documento teórico, queríamos construir una guía práctica basada en experiencias reales: cómo miden, dónde encuentran dificultades, qué datos son razonablemente accesibles y qué estrategias funcionan en un entorno digital donde gran parte de las emisiones dependen de proveedores tecnológicos, logística o uso computacional.
El aprendizaje más relevante es que las empresas digitales comparten retos muy similares, independientemente de su tamaño o modelo de negocio: la complejidad de las emisiones indirectas, la falta de visibilidad sobre las emisiones asociadas al cloud y la IA, y la necesidad de metodologías adaptadas a modelos de plataforma o intermediación. Trabajar de forma conjunta ha permitido entender mejor estas barreras y generar un enfoque metodológico que refleje la realidad del ecosistema.
También ha sido muy valioso constatar que existe una disposición genuina a avanzar colectivamente y que tenemos empresas locales e internacionales en España impulsando acciones innovadoras de alto impacto. Las empresas son cada vez más conscientes de que la transición climática no puede resolverse de forma aislada; requiere compartir datos, desarrollar marcos comunes y establecer criterios homogéneos que faciliten comparabilidad y consistencia. Ese espíritu de colaboración es, probablemente, uno de los aprendizajes más valiosos del proceso.
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