La Fundació Fluidra nació en 2016 como expresión del compromiso social de Fluidra, empresa con más de 50 años de experiencia en el mundo del agua y las piscinas. Su propósito es conectar el conocimiento y los valores de la compañía con las necesidades de la sociedad, impulsando proyectos que generen un impacto positivo.
Su labor se centra en promover el acceso equitativo al agua, a las piscinas y a la práctica de la natación, destacando sus beneficios terapéuticos y sociales. Además, desarrolla iniciativas para facilitar el acceso al agua en comunidades que más lo necesitan, contribuyendo así al desarrollo humano y al bienestar colectivo.
La Fundació también apuesta por la cultura como motor de inclusión y dignidad social. A través de sus proyectos, busca mejorar la vida de las personas y cuidar del planeta, aportando su “gota de agua” para construir un mundo más solidario y sostenible.
Entrevistamos a Xavier Servat, Director de la Fundació Fluidra
Desde la Fundación Fluidra impulsáis proyectos que conectan el agua con la inclusión y la salud. ¿Cómo entiende la Fundación el agua como derecho social y herramienta frente a la desigualdad?
Antes que nada, analizamos cuál es la relación de las personas con el agua. Es un elemento esencial para la vida en todos sus ámbitos, y por eso la relación de las personas con el agua también es esencial. Sin embargo, en esa relación se producen desigualdades: no todo el mundo tiene la misma facilidad para acceder o disfrutar del agua.
Entendemos que el agua es un elemento vital y que el aprendizaje y la relación con ella son derechos básicos del ser humano. Es un vacío que todavía no está plenamente recogido en los derechos humanos a nivel global. Por eso, el acceso al agua y a la natación —como forma de relacionarnos con el entorno acuático— forman parte de nuestro ADN fundacional. Promovemos un acceso equitativo a las piscinas y a la natación, porque esta relación con el agua genera bienestar, terapia y salud.
¿Podrías compartir algunos ejemplos concretos de cómo vuestras iniciativas han mejorado la calidad de vida o las oportunidades laborales en comunidades vulnerables?
En 2025 hemos desarrollado alrededor de 75 proyectos, con unos 172.000 beneficiarios directos en 12 países distintos. Uno de los más emblemáticos es el proyecto CAC 25 en Senegal, donde colaboramos con la escuela Pia, ubicada en un barrio muy pobre de Dakar. Allí construimos una piscina semiolímpica de 25 por 12,5 metros para la enseñanza de natación. Más de 5.000 niños han aprendido a nadar y a disfrutar del agua, algo fundamental en un país con tradición pesquera pero donde casi nadie sabe nadar.
También hemos enviado piscinas a los campamentos del Sáhara Occidental, donde viven entre 50.000 y 75.000 personas por campamento. Allí los niños se emocionaban al ver tanta agua junta por primera vez. Estos espacios no solo sirven para el juego y el aprendizaje, sino que el agua actúa como refugio climático, un concepto que estamos explorando cada vez más.
Otro ejemplo es el programa ‘Put A Pool’, que dona piscinas de montaje rápido en diferentes partes del mundo. Uno de los casos que más nos marcó fue en Colombia, donde colaboramos con una asociación que apoya a los hijos de mujeres encarceladas. Estos niños duermen en prisión junto a sus madres, y gracias al proyecto pudieron disfrutar de un entorno diferente, con actividades acuáticas que les ofrecieron alivio y esperanza.
Cada una de estas iniciativas nos enseña que el agua puede mejorar la vida de las personas de maneras que no habíamos imaginado al principio.
Las terapias acuáticas y la colaboración con hospitales son ejes muy innovadores. ¿Qué beneficios habéis observado en la salud física y mental de las personas participantes?
Fluidra es una empresa de origen ingenieril, y por eso nos gusta medir y concretar los resultados de lo que hacemos. En este sentido, hemos desarrollado un estudio junto al Hospital Sant Joan de Déu para analizar los beneficios de la terapia acuática en procesos de salud mental. Durante tres años, el estudio demostró que la terapia acuática acelera procesos terapéuticos ya utilizados clínicamente.
Gracias a estos resultados, doce hospitales en España han empezado a aplicar este procedimiento desarrollado con Sant Joan de Déu, con resultados muy positivos.
También colaboramos con el Institut Guttmann, especializado en rehabilitación neurofísica, para estudiar cómo el agua puede ayudar a la recuperación de personas con lesiones o enfermedades físicas gracias a su entorno de menor gravedad.
Y estamos iniciando una nueva colaboración con la Fundación Pasqual Maragall para estudiar cómo el agua puede contribuir al bienestar de las personas con Alzheimer, tanto en términos de orientación dentro de instalaciones deportivas como en la mejora de la socialización y la coordinación motora dentro de piscinas.
En definitiva, el agua tiene un enorme potencial terapéutico que estamos explorando desde distintos ámbitos médicos y sociales.
¿Qué papel juega la educación y la sensibilización ambiental en vuestros proyectos para fomentar un uso más responsable del agua?
Está muy ligada a la idea de democratización que mencionábamos antes. Muchas veces se asocia una piscina con un símbolo de exclusividad, algo privado y elitista. Pero esa misma piscina, colocada en un barrio vulnerable de Dakar y compartida por más de 5.000 niños, se convierte en un espacio de inclusión y aprendizaje.
Así entendemos la sostenibilidad: en el uso compartido y responsable de los recursos hídricos. Cuando las instalaciones se utilizan de forma colectiva, los recursos necesarios para mantenerlas se distribuyen entre toda la comunidad.
Para nosotros, cuando pones a las personas en el centro, la sostenibilidad se simplifica. Es como cuando se promueve el uso del transporte público: un solo motor mueve a 40 personas en lugar de que cada una use su propio coche. En nuestro caso, una piscina compartida multiplica el beneficio social y reduce el impacto ambiental.
La colaboración con el tercer sector y las administraciones es clave. ¿Qué aprendizajes destacarías de estas alianzas y cuáles son los próximos retos o líneas estratégicas de la Fundación Fluidra?
Hemos aprendido muchísimo del tercer sector, porque son las entidades sociales las que están en contacto directo con las personas. Nosotros aportamos materiales, equipamiento y conocimiento técnico, pero son ellas quienes gestionan los proyectos y acompañan a los beneficiarios. Son la puerta de acceso a la realidad social y a las necesidades específicas de cada colectivo.
En cuanto a las administraciones, creemos que su apoyo llegará cuando la iniciativa privada y social demuestre resultados tangibles. Cuando vean el impacto positivo de estas acciones, la colaboración será más fluida.
Somos una fundación joven que sigue aprendiendo y que tiene la urgencia de darse a conocer, no tanto por una cuestión de Responsabilidad Social Empresarial —que ya forma parte de nuestro ADN—, sino porque queremos conectar con más comunidades y organizaciones que puedan beneficiarse de nuestras soluciones. Nuestro objetivo es seleccionar bien los proyectos y aliados, para generar un impacto real y duradero a través del agua.
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