Enrique Terrazas Torres, Fundador de Leterrazas-Ruba, compartió con Corresponsables su visión sobre los desafíos y avances que ha vivido Grupo Ruba a lo largo de sus 44 años de existencia, destacando un modelo de negocio que prioriza el trato digno a los colaboradores. Fundada en 1980 con apenas cuatro empleados, Ruba se ha consolidado como una de las cinco principales desarrolladoras de vivienda en México, entregando más de 12.000 unidades al año en 16 ciudades del país.
Desde sus inicios, la empresa ha tenido un enfoque centrado en las personas. “La persona es el motivo y el principal propósito de Ruba”, afirmó Terrazas. Esta filosofía humanista se traduce en políticas internas orientadas al bienestar del personal, que actualmente supera los 1.700 empleados en nómina y más de 10.000 maestros de obra subcontratados. Todos los colaboradores cuentan con salarios competitivos, bonos por resultados, seguro de gastos médicos mayores y prestaciones superiores a las de la ley.
Sin embargo, fue en 2017 cuando Ruba decidió ir más allá al replantear las condiciones laborales de los trabajadores de obra. “La construcción es un trabajo físico muy duro, y la mayoría de los tres millones de personas que laboran en este sector en México lo hacen en condiciones precarias”, explicó Terrazas. Frente a esa realidad, Ruba adoptó una estrategia que buscó dignificar el trabajo de sus maestros de obra mediante la incorporación de tecnología y equipamiento en los sitios de construcción.
“Equipamos las obras con montacargas para subir blocks, zanjadoras mecánicas, comedores, baños y agua purificada”, detalló. La inversión también incluyó brigadas médicas, distribución de alimentos en fechas festivas y acciones de salud preventiva como vacunación en obra. No obstante, el reto de fondo seguía siendo el salario.
Ruba realizó un estudio sobre el costo real de vida de una familia de cuatro personas en el norte de México. “Una familia promedio necesita 26.800 pesos mensuales para vivir dignamente. Eso implica que cada persona que trabaja debe ganar por lo menos 13,400 pesos”, señaló. Frente a un salario mínimo nacional de 8.800 pesos, la empresa implementó un programa para garantizar que ningún maestro de obra gane menos del umbral digno calculado. “Rompimos con el paradigma de pagar el mínimo legal. En Ruba decimos que la gente no son recursos, sino personas”, subrayó.
Este enfoque ha generado un impacto tangible tanto en la calidad de vida de los trabajadores como en la eficiencia de la empresa. “Seguimos siendo la desarrolladora con mejor margen bruto. No fue un gasto, fue una inversión donde ganamos todos”, dijo. Los trabajadores a destajo pueden incluso superar ingresos de 25.000 o 30.000 pesos mensuales.
En cuanto a sostenibilidad, Ruba se enfoca en cumplir con los estándares básicos del sector. Se utilizan materiales aislantes, sistemas ahorradores de agua y energía, y en ciertos desarrollos se incorporan vidrios dobles o líneas moradas para el reciclaje de agua. La orientación solar de las viviendas también se considera para minimizar el impacto térmico. “Cumplimos con lo básico, pero la construcción de vivienda en México aún está lejos de adoptar certificaciones como LEED”, admitió.
A nivel tecnológico, la compañía ha avanzado con fuerza. “Contamos con sistemas ERP y CRM para sistematizar nuestras operaciones. Los estados financieros cierran el primer día del mes”, mencionó Terrazas. Además, el cumplimiento con los lineamientos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en materia de gobernanza y sostenibilidad les ha permitido acceder a créditos con tasas preferenciales.
Pese a todo, Terrazas cree que la contribución más relevante de Ruba a la sostenibilidad no se encuentra en las métricas convencionales. “La pobreza es una huella de carbono que no se mide, pero que contamina más que diez mil autos”, dijo. Al dignificar el empleo de más de 10.000 trabajadores, ofrecer acceso a salud y asegurar condiciones mínimas para una vida decente, Ruba considera que también está actuando contra la contaminación derivada de la marginalidad.
“Queremos que esos 10.000 trabajadores sean un precedente para toda la industria de la construcción”, sostuvo. En su visión, la acción climática no puede desvincularse del bienestar social. “Podemos hablar de sustentabilidad, pero si la gente no tiene suficiente para comer, ¿qué conciencia puede tener de la sostenibilidad?”, cuestionó.
Para Terrazas, el foco de la transformación debe estar en humanizar el capitalismo. “El capitalismo desmedido no es sostenible. Hay que evolucionar hacia un capitalismo más social”, concluyó.
En un país donde el 50% de la población gana el salario mínimo, el modelo de Ruba propone una alternativa concreta: hacer del empleo digno no una excepción, sino una norma. La apuesta de Enrique Terrazas y su equipo no solo busca cambiar las condiciones de vida de miles de trabajadores, sino sentar las bases para una industria más justa y sostenible.