La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser una simple promesa tecnológica para convertirse en una realidad concreta dentro del mundo corporativo. En particular, su integración en la auditoría interna marca el inicio de una transformación profunda, no solo en términos de eficiencia operativa, sino también en lo que respecta al rol ético, estratégico y sostenible que las empresas están llamadas a desempeñar en la actualidad. Tal como entendemos en Workiva, estamos ante una oportunidad histórica para redefinir la función de auditoría desde una perspectiva más amplia, que incluye responsabilidad y Sostenibilidad como ejes centrales.
La auditoría interna, tradicionalmente asociada con el control, la verificación y la conformidad, se encuentra hoy ante el reto de adaptarse a un entorno donde la velocidad de los datos, la complejidad normativa y las expectativas de los stakeholders exigen una visión más integral. En este contexto, la IA se presenta como una herramienta capaz de multiplicar la capacidad analítica del auditor, permitiendo revisar grandes volúmenes de información en segundos, identificar patrones inusuales y realizar pruebas más completas. Pero más allá de la eficacia, el desafío clave es cómo usar esta tecnología de manera responsable y sostenible.
La IA no sustituye al auditor, pero redefine su función. Automatizar tareas repetitivas no solo libera tiempo, sino que plantea nuevas preguntas sobre la toma de decisiones, la independencia y la ética profesional. Desde una óptica de sostenibilidad, esto es especialmente relevante. Las auditorías internas ya no pueden limitarse a revisar aspectos financieros o de cumplimiento normativo: deben evaluar también el impacto ambiental, social y de gobernanza (ESG). La IA, bien implementada, puede facilitar el monitoreo continuo de estos indicadores y ayudar a prevenir riesgos que podrían afectar la reputación o incluso la viabilidad a largo plazo de la empresa.
No basta con incorporar IA a los procesos internos; es fundamental establecer un propósito claro y definir los límites. Aquí es donde entra en juego la responsabilidad empresarial. Las organizaciones deben preguntarse no solo qué pueden hacer con IA, sino qué deben hacer. El uso indiscriminado o mal regulado de esta tecnología puede comprometer la privacidad, amplificar sesgos o convertir la auditoría en un mecanismo de vigilancia constante que erosione la confianza interna. Por eso es necesario liderar la definición de políticas de uso ético de IA, asegurándose de que exista una gobernanza adecuada, controles efectivos y una revisión humana constante.
En términos prácticos, la IA puede transformar la manera en que las empresas abordan sus compromisos de Sostenibilidad. Por ejemplo, puede analizar automáticamente informes de sostenibilidad bajo distintos marcos normativos, identificar incumplimientos o proyecciones poco realistas, y generar alertas sobre posibles desviaciones. Este tipo de capacidades permite a los auditores ofrecer una visión más proactiva y estratégica, fortaleciendo la transparencia y facilitando un reporting de mayor calidad.
Pero no todo es automático. La IA puede ser tan confiable como los datos que se le alimentan y el diseño de sus algoritmos. Al igual que ocurre con un miembro junior del equipo, su trabajo requiere siempre la revisión del auditor con experiencia. Esta combinación entre tecnología y juicio humano es clave para garantizar que la auditoría siga cumpliendo su propósito: ofrecer garantías independientes y objetivas sobre el desempeño organizacional.
Los profesionales del reporting han de participar activamente en los procesos de adopción de IA dentro de sus organizaciones. No como meros observadores, sino como actores estratégicos que contribuyen a definir el marco ético, los riesgos asociados y los mecanismos de control. Esta participación temprana no solo mejora la comprensión de la tecnología, sino que posiciona al área de auditoría como una voz autorizada en las discusiones sobre innovación responsable.
En resumen, la IA ofrece a la auditoría interna una oportunidad única: pasar de ser una herramienta reactiva a convertirse en un motor estratégico de sostenibilidad y responsabilidad corporativa. Pero esta transformación no es automática. Exige decisiones conscientes, gobernanza sólida, y una profunda reflexión ética sobre el impacto de la tecnología. La IA puede potenciar la auditoría, pero solo si se utiliza con propósito, prudencia y visión de largo plazo. Las empresas que comprendan esto no solo estarán más preparadas para los desafíos del futuro, sino que también fortalecerán su legitimidad ante una sociedad que exige cada vez más transparencia, compromiso con la sostenibilidad y acción responsable.
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