La inteligencia artificial (IA) se perfila como uno de los avances tecnológicos más significativos de la historia reciente. Su creciente importancia y adopción son innegables. Actualmente, el 14 % de las empresas europeas ya emplean esta tecnología, siendo el sector informático el más avanzado en su implementación, con un 50 % de adopción. Le siguen los servicios profesionales, científicos y técnicos (30 %) y el sector inmobiliario (16 %).
En 2024, la inversión en IA en Europa alcanzó los 56 mil millones de euros. Se estima que para 2030 esta cifra crecerá hasta los 315 mil millones, lo que representa una tasa de crecimiento anual compuesta del 33 %. Este desarrollo acelerado está impulsado por su integración en sectores clave como la salud, la manufactura y los servicios financieros. Las aplicaciones de la IA son múltiples y diversas. Aun así, son muchas las funcionalidades que seguramente la IA tenga que desarrollar, algunas de las cuales no podemos ni siquiera imaginar hoy en día.
La carrera por dominar esta tecnología es estratégica para las empresas y para las grandes potencias. En este contexto, la Unión Europea ha lanzado una ambiciosa iniciativa de 200 mil millones de euros para impulsar la IA. Este plan contempla la construcción de «gigafábricas» especializadas y el desarrollo de semiconductores de IA dentro del territorio europeo. Pero, ¿somos conscientes del impacto que tienen estás inversiones en el consumo energético?
Los centros de datos, esenciales para entrenar y operar sistemas de IA, ya consumen el 1,5 % de la electricidad mundial, y se estima que esta cifra podría duplicarse en los próximos cinco años, alcanzando un 3 %. Pero el consumo energético no es el único desafío.
Como toda tecnología emergente, la IA aún presenta limitaciones en su uso adecuado y seguro. Se han reportado ya diversos casos de perjuicios sociales derivados de sesgos en los datos utilizados para entrenar los algoritmos. Asimismo, persisten preocupaciones sobre la transparencia y el uso de los datos personales, que muchas veces no son realmente eliminados a pesar de las solicitudes del usuario. En este contexto, no podemos ignorar que uno de los principales motores económicos de la IA es precisamente la recopilación y explotación de datos: el nuevo «oro» del siglo XXI.
Desde AIGUASOL consideramos que la IA será un socio clave en la evolución tecnológica de la sociedad, pero es fundamental que su adopción se realice de forma consciente y acompañada de una formación adecuada que permita comprender tanto sus beneficios como sus limitaciones. En particular, creemos que el desarrollo y aplicación de esta tecnología debe orientarse hacia el bien común, la sostenibilidad y la equidad, y no limitarse únicamente a maximizar los ingresos de las grandes corporaciones.
Recuperando el desafío energético, las empresas del sector en Europa se sitúan en la media en cuanto al nivel de implementación de la IA, con un 14 % de adopción. Es prioritario que el sector aproveche esta tecnología para acelerar la transición energética, incrementando el impacto, la eficiencia y los beneficios de un modelo energético más sostenible.
La IA ofrece herramientas de gran valor para el sector. Por ejemplo, los modelos LSTM (Long Short-Term Memory) o las redes neuronales permiten prever la generación de energías renovables y las demandas energéticas, elementos clave para optimizar los sistemas de control. Los algoritmos de aprendizaje por refuerzo (Reinforcement Learning) pueden gestionar de forma inteligente sistemas complejos, aumentando su eficiencia operativa. Asimismo, la detección de anomalías mediante IA permite anticipar fallos y minimizar las paradas por mantenimiento. Otros métodos, como los algoritmos de agrupamiento (K-Means, DBSCAN, entre otros), son útiles para segmentar consumidores y ofrecer recomendaciones personalizadas que promuevan un uso más eficiente de la energía.
Es crucial que las empresas del sector energético implementen esta tecnología de manera sistémica. No debe tratarse de una integración opaca, orientada exclusivamente a optimizar procesos, sino de una implementación pedagógica que transfiera conocimiento y capacidades a usuarios, operarios y gestores. Debemos evitar generar una dependencia tecnológica y, en su lugar, fomentar una colaboración genuina entre la inteligencia artificial y las personas. Solo así podremos avanzar hacia un modelo energético distribuido, democrático y justo.
En AIGUASOL hemos adoptado tempranamente la inteligencia artificial en nuestros proyectos, con el objetivo de empoderar a las personas y mejorar la toma de decisiones. Un ejemplo concreto es JoinEnergy, proyecto que combina algoritmos de agrupamiento de clientes con modelos predictivos de consumo y generación renovable. Gracias a esta combinación, podemos ofrecer recomendaciones personalizadas que ayudan a los usuarios a mejorar sus hábitos de consumo y aumentar tanto su ahorro energético como económico mediante un consumo más consciente y responsable.
Otro caso de éxito es la aplicación de IA en nuestra herramienta Bioenergytraces, utilizada en el sector de la biomasa. Esta integra tecnologías de extracción automática de texto, predicción del secado de biomasa y optimización de rutas de transporte, mejorando múltiples eslabones de la cadena de valor en el sector agroforestal, tradicionalmente poco tecnificado, y facilitando la innovación y eficiencia.
En AIGUASOL promovemos el uso de la inteligencia artificial para mejorar nuestras soluciones y potenciar el conocimiento interno. Para ello, combinamos la simulación de sistemas con IA y análisis de datos para comprender en profundidad la dinámica de los sistemas con los que trabajamos, y así ofrecer soluciones óptimas, adaptadas a cada proyecto.
Esta tecnología es una oportunidad sin precedentes para transformar nuestra sociedad y acelerar la transición hacia modelos más eficientes y sostenibles. Sin embargo, su desarrollo y aplicación deben guiarse por principios éticos y por una clara orientación al bien común.
En AIGUASOL decimos sí a la IA, pero no a cualquier precio. Nuestra apuesta pasa por emplearla de forma responsable, transparente y con especial atención a minimizar su impacto ambiental y social. Creemos en una inteligencia artificial con propósito: una herramienta que complemente la inteligencia humana, potencie la toma de decisiones y fortalezca las capacidades de las personas y las organizaciones.
El verdadero reto no es solo innovar, sino hacerlo con sentido. Por eso, en AIGUASOL trabajamos por una IA con valores, con visión de futuro, inclusiva y sostenible. Porque solo así podremos construir un modelo energético y tecnológico justo, democrático y resiliente.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Por una IA responsable, justa y equitativa