Hace un par de días, mientras sobrevolaba Madrid, me percaté de algo que llamó mucho mi atención. Que los paisajes están en constante cambio es algo sabido por todos, pero ¿realmente somos conscientes de lo que han cambiado nuestras ciudades, no ya en la última década, sino en los últimos seis meses?
Actividades como la construcción, la agricultura, la ganadería o la propia acción de la naturaleza modifican el territorio de forma incesante. Sin embargo, esos cambios no siempre son evidentes a simple vista y rara vez se comprenden en su magnitud sin una perspectiva adecuada. Aquí es donde disciplinas como la cartografía juegan un papel fundamental.
En este contexto, la aplicación de tecnologías basadas en inteligencia artificial, como el Deep Learning o la visión artificial, suponen una disrupción clave. Estos sistemas no solo permiten procesar grandes volúmenes de imágenes en tiempo real, sino también interpretar complejos patrones geográficos con una precisión que, hasta hace poco, no era posible.
Imágenes satelitales: el poder de la observación
Las imágenes satelitales y las ortoimagenes, fotografías corregidas geométricamente y ajustadas a una escala uniforme, representan una herramienta precisa y fácilmente medible que permite planificar, analizar y extraer conclusiones sobre instantáneas de alta resolución, lo que posibilita la toma de decisiones informadas.
Gracias a la GeoAI es posible analizar en tiempo real grandes volúmenes de estas imágenes y clasificarlas automáticamente según los parámetros seleccionados. Así, con la implementación de algoritmos de Deep Learning, se pueden detectar y clasificar elementos geográficos como cuerpos de agua, carreteras, cultivos o nuevas construcciones, sin intervención humana. Además, esta tecnología es capaz de, por ejemplo, anticipar zonas de riesgo por inundaciones a partir del análisis histórico de imágenes y patrones de lluvia.
No obstante, más allá de los avances tecnológicos, lo realmente transformador es analizar cómo puede beneficiar esto a la ciudadanía. Gracias a dichas soluciones, las instituciones públicas, que hasta ahora reaccionaban y se adaptaban a los cambios en la orografía, pueden anticiparse a dichas variaciones y tomar decisiones en consecuencia antes de que sucedan o lleguen a un punto de no retorno.
IA, cambio climático y análisis del entorno
Dando un paso más allá, uno de los ámbitos donde la inteligencia artificial está demostrando un potencial transformador es en la lucha contra el cambio climático. Gracias a esos modelos de Deep Learning, que comentaba anteriormente, y algoritmos preentrenados con grandes volúmenes de datos satelitales históricos, hoy es posible identificar patrones de evolución climática, degradación ambiental y estrés hídrico con una precisión sin precedentes.
Este enfoque permite anticipar fenómenos como la desertificación, la pérdida de masas forestales o el aumento del nivel del mar, facilitando la generación de mapas de riesgo climático actualizados en tiempo real.
A través del uso de imágenes multiespectrales y series temporales, es posible entrenar modelos que reconozcan incluso variaciones sutiles en la vegetación o en la humedad del suelo. Esto proporciona a gobiernos, organismos ambientales y ciudadanos herramientas poderosas para planificar medidas de mitigación y adaptación con base científica y territorialmente precisa.
Misión: transformar digitalmente el sector de la cartografía
Igual que la sociedad, el sector cartográfico se encuentra inmerso en un proceso de transformación digital donde, en los últimos años, con la irrupción de tecnologías disruptivas como la computación en la nube, el avance en la captura de imágenes y la aparición de la GeoAI, ha dado un firme paso hacia adelante.
Ahora bien, para que estos avances realmente repercutan en el bienestar colectivo, es imprescindible que las administraciones públicas cuenten con los recursos humanos y técnicos necesarios para integrarlos eficazmente. No basta con disponer de datos: hay que saber leerlos, interpretarlos y convertirlos en políticas útiles y decisiones informadas.
Esto representa un gran reto. En muchos casos, el sector cartográfico sigue anclado en métodos manuales y procedimientos heredados de otra época, lo que ralentiza su capacidad de respuesta ante fenómenos que, por definición, ya no esperan. Si no se produce una modernización decidida y, sobre todo, una democratización del acceso a estas tecnologías, corremos el riesgo de profundizar desigualdades territoriales y de desaprovechar una herramienta que puede marcar la diferencia en cuestiones tan críticas como la gestión del agua, la expansión urbana o la protección del medio ambiente.
La inteligencia artificial no sustituye la mirada humana, pero sí la potencia. Y si somos capaces de combinar la precisión de los algoritmos con la sensibilidad del juicio humano, podríamos estar entrando en una nueva etapa: una en la que mirar desde el cielo no sea solo observar, sino también comprender y anticipar.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Por una IA responsable, justa y equitativa