Pensar en el futuro es pensar en los niños y jóvenes que lo protagonizarán. Sin embargo, la realidad que enfrentan hoy millones de ellos dista mucho de ser prometedora. Más de 412 millones viven en pobreza extrema y casi mil millones carecen de condiciones esenciales para crecer, lo que les aleja de la escuela. A esto se suman 473 millones que viven en zonas de conflicto, donde aprender se convierte en un lujo inalcanzable. Son cifras que no deberían dejarnos indiferentes: detrás de cada número hay una historia, un sueño, una oportunidad que se desvanece.
Hace veinte años comenzó una colaboración que nació con una idea sencilla pero eficaz: ningún niño o joven vulnerable debería quedarse fuera por falta de oportunidades. Desde entonces, UNICEF España e ING han trabajado juntos para transformar realidades concretas, empezando por la educación y evolucionando hacia nuevos desafíos como la empleabilidad juvenil, la inclusión financiera y la innovación social. Porque garantizar el acceso a la educación es mucho más que abrir una puerta al conocimiento: es ofrecer la posibilidad de romper el ciclo de pobreza y desigualdad.
En estas dos décadas se han conseguido grandes avances, pero también hemos aprendido que los retos cambian y se multiplican. Hoy, además de asegurar que los niños puedan aprender en entornos seguros, es imprescindible acompañar a los jóvenes en su transición hacia la vida adulta. El mundo laboral exige competencias digitales, habilidades financieras y capacidad de adaptación, y quienes parten desde la vulnerabilidad tienen más difícil acceder a esas oportunidades. Por eso, la alianza se ha ampliado con proyectos como Generation Unlimited, una iniciativa global que conecta a adolescentes y jóvenes con formación, empleo y emprendimiento social. En España, este programa se traduce en itinerarios formativos innovadores y mentorías que abren camino hacia sectores clave como la digitalización y la transición verde. Solo en los últimos dos años, más de 1.400 jóvenes han participado en estas acciones, con el apoyo de más de 200 voluntarios de ING que han aportado tiempo, conocimiento y acompañamiento.
Detrás de cada cifra hay historias reales: jóvenes que descubren su talento, que acceden a un empleo digno, que recuperan la confianza en sí mismos; niños que vuelven a la escuela después de una crisis, que aprenden en entornos seguros, que sueñan con un futuro distinto. Cada paso cuenta. Y cada paso es fruto de la colaboración, del compromiso compartido y de la convicción de que los retos globales solo se resuelven con alianzas sólidas.
Veinte años después, el propósito sigue intacto: seguir impulsando la creación de impacto positivo en la sociedad. Se han conseguido grandes logros, pero tenemos muchos retos por delante para poder seguir siendo impulsores del cambio. Porque proteger a los niños y preparar a los jóvenes para el futuro no es solo una obligación moral: es la mejor inversión social que podemos hacer. Y porque cuando la infancia y la juventud importan, el futuro se transforma.

