
El papel de los ODS y las certificaciones en la estrategia de RSE
Los ODS no son un reto exclusivo de las corporaciones multinacionales o las instituciones supranacionales: aunque en muchos ámbitos se perciban estos ODS como ambiciosos –pretenden acabar con la pobreza, combatir la desigualdad y luchar contra el cambio climático, ¡nada menos!– no deben ser ajenos a las pymes ni a las comunidades más pequeñas. Pese a lo arduo de la tarea debemos ser conscientes de que son metas realistas que pueden alcanzarse para el año 2030, siempre y cuando todos los agentes involucrados –también el tejido empresarial– aporten sus esfuerzos para hacerlo posible.
Cada vez más compañías, sin importar su tamaño, optan por implementar un modelo de gestión comprometido con el entorno ambiental y social en el que desarrollan su actividad. Esta apuesta por la sostenibilidad no debe entenderse como una medida meramente ‘estética’: bien ejecutada y debidamente supervisada, una estrategia socialmente responsable repercute directamente en la cuenta de resultados de la empresa y le permitirá diferenciarse de la competencia mientras se acerca a la excelencia.
El gran reto para las empresas hoy es interiorizar los ODS; incorporarlos a su misión, visión y valores y escoger entre ellos los que mejor puedan contribuir a vertebrar la estrategia de su organización. La RSE no es un ‘añadido’ ni un complemento ‘de moda’ para nuestro proyecto: es un modelo de negocio que se integra en todas y cada una de las partes de la organización. Es una forma de trabajo diferente basada en la transparencia y el diálogo transversal.
Cada proyecto empresarial puede reinterpretar y adaptar los ODS a su filosofía de gestión e integrarlos en sus procesos con un lenguaje simple, claro y centrado en todos sus grupos de interés: clientes, proveedores y sus propios trabajadores. Esta transformación adquiere una especial relevancia cuando decidimos acreditar de forma oficial los esfuerzos que estamos realizando por ser sostenibles: la mejor opción en este punto pasa por certificar que nuestra gestión cumple más allá de los estándares con criterios de calidad, seguridad y respeto al medio ambiente con el aval de un tercero.
Una de las herramientas que nos pueden servir para acreditar ese esfuerzo consciente en aplicar la normativa por encima del cumplimiento de mínimos es la redacción de memorias de RSE según el estándar GRI (Global Reporting Initiative). Además hay varias certificaciones, actualmente muy extendidas, que demuestran que nuestra compañía ha implementado procesos responsables y eficientes, como las normas ISO 14001 (gestión ambiental), ISO 9001 (gestión de calidad), ISO 50001 (eficiencia energética) u OHSAS 18001 (prevención de riesgos laborales), por citar algunas.
Estas certificaciones son un valor añadido y una inversión de futuro, pero no son un fin en sí mismas: debemos explicar dentro y fuera de la empresa –a nuestros grupos de interés– cómo y por qué hemos decidido implementar nuestras acciones de RSE de forma global, tal y como se recoge en la guía de buenas prácticas ISO 26000 (estándares de Responsabilidad Social). Esta labor de comunicación de nuestros esfuerzos conscientes por aplicar la normativa más allá de un cumplimiento de mínimos es esencial para alcanzar un estándar de excelencia empresarial.
En el momento de comprometernos al 100% con la RSE y los ODS, hemos de tener en cuenta una serie de factores para conseguir que nuestra estrategia de responsabilidad sea un éxito: es una decisión que debemos tomar desde el convencimiento, pensado para el largo plazo, liderado desde la dirección de la compañía, y que deberá involucrar a todos los departamentos de la empresa. Todas las acciones que emprendamos deben ser concretas y medibles y comunicarse a través de mensajes acordes con las motivaciones y expectativas de cada uno de nuestros grupos de interés. También deberíamos considerar la posibilidad de establecer alianzas con otros agentes que nos aporten credibilidad e impulsen nuestros esfuerzos, tal y como sugiere el último de los ODS, el 17.