La revolución de la economía sostenible

03-11-2017
Teresa Ribera, presidenta del Consejo Asesor de REDS

A diferencia de lo ocurrido con los Objetivos de Desarrollo del Milenio adoptados en Monterrey, ya no se trata de tomar algunas medidas para paliar los ejemplos más dramáticos de la pobreza y el subdesarrollo. Ahora se trata de transformar las bases de la economía que permita garantizar la prosperidad colectiva e individual dentro de los límites ambientales del Planeta.

Ahora bien, conseguir una economía sostenible con pleno empleo y trabajo decente, la industrialización sostenible e innovación, disponer de infraestructuras y ciudades incluyentes  y patrones de producción y consumo sostenibles requiere una verdadera revolución. 

España afronta grandes desafíos para encarrilar el cambio hacia la dirección correcta. ¿Es la economía española sostenible y capaz de garantizar el trabajo decente y la inclusión de todos, una industrialización sostenible y mayores cotas de innovación? No parece ser el caso. Más bien asistimos desconcertados al incremento de las desigualdades, al sobredimensionamiento de grandes infraestructuras, a la falta de perspectiva a largo plazo de un modelo económico demasiado intensivo en el uso de recursos limitados y poco equitativo en la distribución de los beneficios y en la asunción y distribución de costes. No es que no existan buenos ejemplos o falta de capacidad sino que, lamentablemente, estos valores no parecen haber sido el patrón dominante en nuestro modelo de crecimiento, más pendiente de resultados a corto plazo o en la evolución de datos macro que en un análisis de conjunto más certero en torno a la escasez de recursos, la evolución de productividad y rendimientos a medio y largo plazo o el impacto positivo de las mejoras capilares en formación e innovación o en un reparto más equitativo en los beneficios de la riqueza nacional, y en las cargas que lo acompañan –incluidas las vinculadas a la erosión de los recursos naturales-.

Quizás, la introducción de tres referencias distintas en nuestro proceso de reflexión nos permita identificar estrategias de largo recorrido para corregir estos desajustes. Por ejemplo,  qué valor otorgamos al trabajo: ¿es sólo una manera de lograr una remuneración –la principal para la mayor parte de la gente-, o algo más que permite sociedades inclusivas, familias integradas, seguridad, innovación, igualdad de oportunidades…? Planteado en estos términos, es más fácil repensar conceptos como el de la productividad laboral  que, a pesar de haber sido aceptado con total naturalidad, no es neutro (¿y la del capital?, ¿y la social?). Será también más sencillo darnos cuenta hasta qué punto hemos fallado como sociedad a las generaciones más jóvenes y a las que están por venir; pero también podremos reequilibrar muchos de los elementos clave para responder adecuadamente a nuestro desafío en torno al empleo decente e inclusivo.

Podemos plantearnos una pregunta similar en torno a nuestro patrimonio natural: ¿cuál es nuestra riqueza?, ¿se mide sólo en términos de PIB y stocks de capital invertidos?, ¿no lo es también el conjunto de nuestro patrimonio físico, frágil y beneficioso, al que todos queremos tener acceso? Si integramos esta variable, también entenderemos mejor por qué es necesario garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso a los beneficios que ofrecen los recursos naturales y reglas justas para contribuir a los costes de su degradación. No se puede hacer demagogia con el agua ni con el suelo, con la costa o con la calidad del aire. También nos permitirá entender con mayor claridad cuáles son los desafíos en materia de innovación y productividad, la trascendencia creciente  de promover patrones de producción y consumo sostenibles y la viabilidad a medio y largo plazo de determinados modelos industriales frente a otros.

Finalmente, si queremos no perdernos ante la inmensidad de los cambios que se nos avecinan o evitar tomar decisiones que respondan a los desafíos de corto plazo desviándonos de nuestros objetivos a largo plazo, conviene empezar a pensar en la secuencia de cambios, en las oportunidades y dificultades del camino y afrontar con inteligencia un debate colectivo sobre cómo transformamos las bases de nuestra economía y bienestar social